Mike Birbiglia empieza su último monólogo hablando de un sofá bien cómodo. De cómo te abraza cuando llegas a casa. Cuenta las cosas que ha vivido en él. Llorado. Abrazado. Reído.

Un sofá es una parte muy importante de una casa, en mi opinión. Es el sitio donde reflexionas. Donde puedes sentirte acogida después de una dura jornada de trabajo. Donde puedes descansar bien con el sol dándote en la cara, si tienes esa suerte.

Un sofá bien cómodo
Foto de Benjamin Combs en Unsplash

En el sofá empiezan mis mañanas, después de meditar. Me siento en él a disfrutar de mi café o té bien caliente. Observo a través de la ventana la cúpula de la cercana iglesia. Si es bien pronto, apenas se aprecia su silueta. Si ya ha salido el sol, veo cómo los rayos la bendicen dándole ese color azul tan bonito.

Desde ese sofá, empiezo a imaginar el día. Lo que me gustaría hacer. Lo que es importante. Allí también acaricio a mi gato negro si decide acompañarme en ese ritual matutino. A veces, se tumba a mi lado y se queda dormido mientras yo sigo leyendo o pensando.

Cuando vuelvo de un día cansado, sentarte en el sofá es como dar por finalizado el estrés. Como decir al cuerpo «ya está, mañana más. Ahora conecta con tu hogar, tu mujer y tus gatos».

Y qué decir de las siestas. Los días que decido trabajar en casa, tumbarme en un sofá bien cómodo es un lujo. Con el sol dándome en la cara. Calentándome. Se está tan bien que a veces el otro de los gatos viene a tumbarse encima, porque también quiere esa sensación.

¿De qué manera puede ayudarte a ti agradecer cosas como esta, como tener un sofá bien cómodo? Igual te estás preguntando. Pues te cuento.

¿Cómo te puede ayudar esta práctica?

Empecé esta práctica diaria de gratitud el 1 de Enero. En parte, como reto. En parte, porque este año quería cambiar mi punto de vista sobre ciertas cosas. No pensar tanto en lo que falta y darme cuenta de lo que ya tengo.

Esta mañana, mientras estaba corriendo, me invadía una sensación de plenitud. Es difícil de explicar. Pero no pensaba en el futuro. No me lamentaba por el pasado. Todo está bien así. Así me sentía.

Llevo ya 10 días de práctica y empiezo a notar ciertos cambios. Menos estrés. Más tranquilidad. Más comprensión. Y, sobre todo, menos juzgarme y presionarme. Reconozco más todo lo positivo. Me centro menos en la pequeña o pequeñas cosas que no han salido como esperaba.

Si, a veces, eres muy exigente contigo misma/o, te recomiendo mucho que dediques unos minutos de tu día a escribir cosas que agradeces en tu vida.

Si no sabes por dónde empezar, esta es una recomendación extraída de Armas de Titanes, de Tim Ferriss:

¡Mucho ánimo con esta práctica diaria!

PD: Y, si sientes que tu trabajo ya no es tu sitio, pero no sabes a qué dedicarte; si tienes dudas sobre cuál es tu propósito en la vida; puedo ayudarte. Haz click en este enlace y hablemos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *