25 de Septiembre de 1942. El jefe de Neurología del Hospital Rothschild de Viena camina tranquilamente con su mujer por las calles de esta ciudad. Sorpresivamente, es apresado por las SS y llevado a su casa. Es conducido a la fuerza a casa de sus padres, a los que tuvo que identificar. Todos ellos son deportados al campo de concentración de Theresienstadt. Allí, va a descubrir el sentido último de la vida.

Antes de su captura, Viktor Frankl, pues así se llamaba, había estado trabajando en una extensa publicación. Fue lo único que le dio tiempo a llevar con él: un gran volumen con todos sus escritos y estudios, que pensaba transformar en un libro. Esperaba que fuera un gran éxito.

La vida en un campo de concentración

En la primera semana en el campo de concentración, muchos de sus desafortunados compañeros de viaje fueron a parar a las cámaras de gas. Solo unos pocos elegidos tuvieron la ¿suerte? de librarse. Viktor Frankl, que así se llamaba nuestro médico y psiquiatra, se convirtió, gracias a sus conocimientos, en ayudante de la clínica. Poco después, se le asignó al pabellón psiquiátrico del campo de concentración, donde lideró el servicio a enfermos mentales. Lo que no pudo es conservar su valioso trabajo pues, nada más se lo descubrieron, se lo arrebataron y quemaron. Con burlas y humillación incluidas. Fue un duro mazazo. Años de sueños y trabajo esfumados en unos segundos…

El hombre en busca der sentido

Frankl, desde su posición de psiquiatra, empezó a observar ciertos fenómenos particulares que se daban en ese entorno tan anómalo. La brutalidad de los guardias. La de los propios prisioneros. Cómo, desprovistos de todo, de camino a un trabajo que tenían que realizar en la región de Baviera, al ver las montañas de Salzburgo, todos sintieron una inmensa felicidad al contemplar la belleza del paisaje. Pero lo que más le llamó la atención, fue un hecho que se repetía con milimétrica precisión:

“Los campos de concentración nazis dan fe de que los prisioneros más aptos para la supervivencia resultaron ser aquellos a quienes esperaba alguna persona o les apremiaba la responsabilidad de acabar una tarea o cumplir una misión»

La conclusión que extrajo


Ese hecho le hizo reflexionar sobre la capacidad del ser humano para dominar su propio destino, cualesquiera que sean las circunstancias. Y éstas, probablemente, eran de las peores que un ser humano puede experimentar.

Él lo resumía así:

«Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa la última de las libertades humanas: la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias, para decidir su propio camino

el hombre en busca de sentido

A veces, vamos por la vida maldiciendo nuestra mala suerte. Es obvio que no siempre nos salen las cosas como deseamos pero no solo a ti, a todo el mundo. Pensar que el destino te la juega constantemente, no contribuye en nada para sobreponerse a esos hechos. La vida es lo que es, una maravillosa experiencia que a veces se torna cruel. Muy cruel, incluso. Pero como nos demuestra el trabajo de Frankl, cada uno de nosotros tenemos la libertad de decidir cómo queremos responder a cada hecho que nos sucede.

“A un hombre le pueden robar todo, menos una cosa, la última de las libertades del ser humano, la elección de su propia actitud ante cualquier tipo de circunstancias, la elección del propio camino.»

¿Qué te convierte en el hombre en busca de sentido?

En tus manos está darle sentido, aun cuando todo parezca perdido. No eres la primera persona a la que los negocios no le van bien. A la que no le ha funcionado su última relación. Que ha perdido un ser muy querido. A todos nos pasa algo grave a lo largo de nuestras vidas. A mí me ha pasado y me volverá a pasar. Es la manera que tiene el universo de decirte que has de valorar lo que tienes, cuando lo tienes, y cuidarlo. Porque dar por sentado que todo es de color de rosa sin pararse a agradecerlo nunca puede llegarte a creer que mereces todo lo que tienes. Que nada malo sucede. Te hace perder la perspectiva. Y si luego llegan mal dadas, será mucho más difícil salir de ese hoyo en el que puede que te sumas.

Dar un sentido último a nuestras vidas, algo por lo que luchar en la peor de las situaciones, es lo que llenará tu espíritu y te dará fuerza. No es fácil encontrar ese algo. A mí, ciertamente, me ha costado años. Lo que sí he descubierto es que, cuanto más transciende a tu persona, más gasolina te proporciona. Dicho claro, que el sentido de tu vida sea ganar más dinero o correr más rápido puede ser una motivación. Para algunos puede bastar. Pero si lo que te mueve es algo que impacta en la vida de muchas personas, te puedo asegurar que, aunque te sobrevenga alguna fatalidad, no decaerás a largo plazo.

“El hombre que se hace consciente de su responsabilidad ante el ser humano que le espera con todo su afecto o ante una obra inconclusa no podrá nunca tirar su vida por la borda. Conoce el “porqué” de su existencia y podrá soportar casi cualquier “cómo”.

Al final…

Viktor Frankl fue liberado en 1945 por las tropas estadounidenses. Su mujer y padres, sin embargo, fallecieron en los campos de concentración. El año siguiente, en 1946, escribió “Desde el campo de la muerte al existencialismo”. Luego traducido como “El hombre en busca de sentido”, que ha sobrevivido hasta nuestros días, convirtiéndose en libro imprescindible. Además, dio clase en la universidad de Vienna hasta los 85 años. Fue titular de diversos cursos en las universidades de Stanford y Harvard. También en las de San Diego, Dallas y Pittsburgh.

¿De qué manera puedes aplicar esta historia? ¿Crees que es una enseñanza tan valiosa como me lo ha parecido a mí?

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