Aprovechando estos días, he salido a correr bajo la lluvia. ¡Puede que sea mi manera más divertida de hacer deporte!

Es la combinación perfecta porque, además del ejercicio en sí, incluye pisar charcos, que es otra cosa que me encanta.

Correr bajo la lluvia
Foto de Gemma Evans en Unsplash

Por eso, aunque el tiempo no esté acompañando, he buscado el lado positivo. Puedo salir a correr y empaparme.

Este Domingo, como suele suceder siempre que inicio el ejercicio, solo pensaba en terminar. Luego, me recordé que uno de mis retos es estar más presente en lo que hago. Disfrutar del momento. Empecé, entonces, a prestar atención a la lluvia golpeando mi cara. A los árboles mojados y meciéndose por el viento.

Conforme avanzaba, me iba olvidando de esa sensación de anquilosamiento. Mi cuerpo se soltaba. Me notaba cada vez más cómodo. Incluso cuando tuve que luchar contra una combinación de viento de cara, que me intentaba frenar, y una empinada cuesta que te invitaba a desandar el camino y empezar el retorno a casa.

No sé qué tiene para mí correr bajo la lluvia. Quizá es por la épica que se le añade al hecho de correr. Quizá porque nos conecta más con nuestra esencia y con la naturaleza. Igual es porque me permite recuperar emociones que disfrutaba de niño. Ni idea.

Además, lo bueno de salir en un día así es que conectas con toda la gente a la que te cruzas. Como si todos supiéramos que estamos haciendo algo que requiere un esfuerzo o motivación superior. Y reconoces en el otro esa valentía con un saludo de buenos días. Un ‘vamos’. O un simple asentimiento con la cabeza.

Estos días grises y lluviosos, agradezco no dejarme llevar por la comodidad de estar en casa a buena temperatura. Sacar ánimo para salir. Y disfrutar del recorrido.

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